El 15 de agosto de 1977, el radiotelescopio Big Ear captó la bautizada como "Señal WOW!". El observatorio escuchó algo procedente de las profundidades de la galaxia. Una señal de radio de 72 segundos de duración con una intensidad que no tenía ningún precedente y unas características que no encajaban con ningún fenómeno astronómico conocido. WOW reunía todos los rasgos que, en un escenario ideal, serían los esperados para un intento de comunicación por parte de una civilización extraterrestre inteligente.
El hallazgo desencadenó un huracán mediático en todo el mundo. La prensa se hizo eco de la noticia y decenas de otros radiotelescopios intentaron volver a cazar aquel susurro, con los dirigentes del SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) confiando en que habíamos dado con la evidencia que llevaban años buscando. Pero tras más de cien días de patrullar la región del cielo de donde procedió, todo cuanto hallaron fue silencio. La señal WOW nunca volvió a aparecer.
Hoy, casi cincuenta años después, sigue siendo nuestro mejor candidato para una transmisión de radio de otra forma de vida en nuestra galaxia, pero nunca llegamos a tener todas las pruebas para justificar tan extraordinaria afirmación. Por ello, muchas teorías, que nos han alejado y acercado a la verdad al mismo tiempo, han intentado explicar su origen natural. Los púlsares, los cuásares, las supernovas, los magnetares, las kilonovas e incluso algo tan cercano como un cometa son las hipótesis que han intentado, sin todo el éxito que se esperaba, resolver el misterio de la señal WOW. Esta es la historia del murmullo que rompió el silencio del Universo.
Fuente: Pol Bertran
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